domingo, 27 de octubre de 2013

SAN SIMÓN APÓSTOL (El Zelote)

Fiesta: 28 de octubre
























Este santo vivió en Israel en la misma época que Jesús, fue uno de sus discípulos, y el mismo Jesús lo eligió para estar dentro del grupo de los doce apóstoles.
Simón pertenecía a un grupo formado en Israel en el que se hacían llamar los “zelotes”. Su fin era trabajar duramente contra la invasión romana en su país. Sin embargo, al seguir a Jesús, la escucha de su palabra le hizo descubrir la universalidad del amor de Dios.
A san Simón se lo celebra junto al apóstol san Judas Tadeo, porque la tradición cuenta que los dos iban siempre juntos en su rico y fecundo apostolado.
Se dice que Simón sucedió a Santiago el menor en el gobierno de la comunidad cristiana de Jerusalén, y los armenios sostienen que además fue él quien difundió el Evangelio en sus tierras, y que allí sufrió el martirio.
Usualmente se lo representa con una sierra, ya que la tradición cuenta que ese fue el instrumento de su martirio, que su cuerpo fue aserrado hasta hacerlo pedazos. 

domingo, 20 de octubre de 2013

PARÁBOLA DE LA OVEJA PERDIDA

Parábola de la oveja perdida o del Buen Pastor




"Si uno de ustedes tiene cien ovejas y se le pierde una, ¿no deja las noventa y nueve en el campo y va a buscar la extraviada hasta encontrarla? Al encontrarla, se la echa a los hombros contento, se va a casa, llama a amigos y vecinos y les dice: Alégrense conmigo, porque encontré la oveja perdida."
Lc 15, 4-6

sábado, 12 de octubre de 2013

LAS VIRTUDES TEOLOGALES



Las virtudes teologales son aquellas virtudes que se refieren directamente a Dios. Disponen a los cristianos a vivir en relación con la Santísima Trinidad. Tienen como origen, motivo y objeto a Dios Uno y Trino. Las virtudes teologales son infundidas por Dios en el alma de los fieles para hacerlos capaces de obrar como hijos suyos y merecer la vida eterna. Son la garantía de la presencia y la acción del Espíritu Santo en las facultades del ser humano. Tres son las virtudes teologales: la fe, la esperanza y la caridad (cf 1 Co 13, 13).
La fe
La fe es la virtud teologal por la que creemos en Dios y en todo lo que Él nos ha dicho y revelado, y que la Santa Iglesia nos propone, porque Él es la verdad misma.
El discípulo de Cristo no debe sólo guardar la fe y vivir de ella sino también profesarla, testimoniarla con firmeza y difundirla.
La esperanza
La esperanza es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo.
La virtud de la esperanza corresponde al anhelo de felicidad puesto por Dios en el corazón de toda persona; asume las esperanzas que inspiran las actividades de los hombres; las purifica para ordenarlas al Reino de los cielos; protege del desaliento; sostiene en todo desfallecimiento; dilata el corazón en la espera de la bienaventuranza eterna. El impulso de la esperanza preserva del egoísmo y conduce a la dicha de la caridad.
La caridad
La caridad es la virtud teologal por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas por Él mismo y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios.
El apóstol san Pablo ofrece una descripción incomparable de la caridad: «La caridad es paciente, es servicial; la caridad no es envidiosa, no es jactanciosa, no se engríe; es decorosa; no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad. Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta» (1 Co 13, 4-7).
Si no tengo caridad —dice también el apóstol— “nada soy...”. Y todo lo que es privilegio, servicio, virtud misma... si no tengo caridad, “nada me aprovecha” (1 Co 13, 1-4). La caridad es superior a todas las virtudes. Es la primera de las virtudes teologales: “Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero la mayor de todas ellas es la caridad” (1 Co 13,13).

Tomado del Catecismo de la Iglesia Católica, números 1812, 1813, 1814, 1816, 1817, 1818, 1822, 1825 y 1826.

domingo, 6 de octubre de 2013

OBJETOS LITÚRGICOS




Los objetos litúrgicos
Para poder celebrar la Eucaristía se necesitan algunos objetos litúrgicos:
-Cáliz: Vaso consagrado para contener el vino, que a partir de la consagración se convertirá en la Sangre de Jesús.
-Patena: plato donde se colocan las hostias que el sacerdote consagrará durante la misa.
-Corporal: pequeño lienzo blanco que se coloca encima del mantel del altar, sobre él se colocan el cáliz y la patena y se realiza la consagración.
-Vinajeras: dos recipientes que contienen el vino y el agua para usar en ofertorio.
-Palia: un pequeño paño cuadrado y blanco con el que se cubre el cáliz.
-Copón: copa grande con tapa, destinada a la conservación de las hostias consagradas.
-Purificador: se utiliza para purificar (limpiar) los recipientes después de la comunión.
-Velas: habitualmente se usan dos, y representan la presencia de Jesús resucitado que es nuestra luz.
-Lavabo: se utiliza para que el sacerdote pueda lavarse las manos antes de la consagración.
-Manutergio: es un pequeño paño que se utiliza a modo de toalla para que el sacerdote se seque las manos.
-Libros litúrgicos: el libro que se coloca sobre el altar es el misal, que contiene las oraciones propias de la misa, pero también están el leccionario, que se coloca sobre el ambón y contiene las lecturas de la palabra de Dios que se proclaman en la misa; el libro de la sede, que es como el misal pero sólo con las oraciones iniciales, las intenciones y las oraciones finales; el evangeliario, que es como el leccionario pero contiene solo la palabra de los Evangelios; y el libro del guía, que tiene algunos textos para animar la celebración.

Tomado del libro: “Celebrando la Eucaristía” de Inés Ordoñez de Lanús. Editorial Paulinas